El docente como posibilitador de capital social
The teacher as an enabler of social capital
Vladimir Díaz Meza
Cómo citar este artículo: Díaz, V. (2016). El docente como posibilitador de capital social. e-ikon (3), 9, 60- 64.
Resumen
Es el momento de sumar experticias, talentos y buenas intenciones y dejar que simplemente el conocimiento gestado en el aula fluya orgánicamente y se haga trascendente en las comunidades menos favorecidas, no basta con delegar dicha labor a extensión social (dependencia u oficina adscrita a las universidades) cada docente sin importar el espacio académico que oriente está llamado transformar realidades desde su sabiduría, desde su área de conocimiento, y no por obligación, mejor aún por responsabilidad social y humana. Estas lineas pretenden ser una provocación para que docentes, estudiantes e instituciones educativas, se sumen y decididamente extiendan sus manos a quien lo requiere.
Palabras clave: capital social, ciudadanía, academia, educación
Abstract
It is time to add up expertise, talents and good intentions and let the knowledge generated in the classroom flow organically and become transcendent in less favoured communities, it is not enough to delegate this work to social extension (dependence or office attached to universities ) Every teacher regardless of the academic space that orientates is called transforming realities from their wisdom, from their area of knowledge, and not by obligation, better still by social and human responsibility. These lines are intended to be a provocation for teachers, students and educational institutions, to join hands and decidedly extend their hands to those who require it.
Keywords: social capital, citizenship, academy, education
Resulta importante conectar el acto docente con el quehacer investigativo en escenarios reales y cercanos, de tal forma en las siguientes lineas se evidenciará como desde diferentes orillas epistémicas el docente quien es el propulsor de la educación (universitaria para el caso) puede y debe integrar disciplinas, aprendizajes, experiencias y saberes en pro del desarrollo de las personas, de los ciudadanos y de sus comunidades. La academia pareciera estar pasiva ante las problemáticas que afectan el devenir de aquellas comunidades que las circundan, en el aire puede sentirse todo un coctel de necesidades básicas insatisfechas y quizás la mitigación de alguna de ellas podría representar una ruta investigativa y de alta implicación social y humana para las instituciones educativas, pero ha de estar estrechamente relacionada con el desarrollo personal, profesional y comunitario; es decir el desarrollo humano, el cual por demás cada vez reclama mayor participación de la ciudadanía, exige la renovación y reafirmación de los deberes y derechos del individuo en sociedad; finalmente se trata de un bienestar real y común no utópico.
En nuestra sociedad cada amanecer y cada atardecer traen consigo un sinnúmero de desequilibrios sociales, económicos, políticos y educativos que a la postre han sido determinantes para que el desarrollo (local, regional y nacional) se estanque o pierda su cadencia; de otro lado la existencia de esas distorsiones y desequilibrios no son solo responsabilidad de los dirigentes y gobernantes, el origen mismo de aquellos estancamientos es la baja participación de la ciudadanía en la toma de decisiones trascendentales, sumado a ello se evidencia la baja calidad en todo, en creatividad, innovación, proyección empresarial y prestación de servicios entre otros. En Colombia las ciudades y sus calles huelen a indiferencia, a mutismo, a egoísmo, a inseguridad; es una visión turbia del desarrollo económico y social del país, basta con reconocer las problemáticas que aquejan a la patria hace varios decenios y que hoy siguen vigentes: una reforma agraria y ganadera sin concretar y lejos de la realidad rural; soluciones al problema energético y explotación irresponsable de los recursos naturales no renovables; tareas pendientes en cuanto a organización cooperativa, tecnificación de artesanías y pequeñas industrias, incremento de exportaciones, redistribución del ingreso, falencias en vivienda, salud y nutrición, inestabilidad de las tarifas de los servicios públicos; en lo que toca a infraestructura física ausencias estatales y escasos avances en la solución de temas como: transporte, comunicaciones, riego y drenaje, agua potable, alcantarillado y centros comunales, hospitales y relacionados; en lo que toca a políticas de desarrollo de comunidades minoritarias como las afrodescendientes e indígenas la situación vital se agudiza cada vez más, se les reconoce menos, se les invisibiliza más que ayer y tal vez menos que mañana.
Resultaría muy valioso que decididamente en las instituciones educativas docentes, estudiantes y directivos, asumieran un rol distinto frente a lo social; las mismas instituciones en sus PEI y en sus modelos pedagógicos, plantean palabras más o menos que su deber de ser se centra en la sociedad, en la comunidad y la solución de sus necesidades latentes, luego se hace necesario que los docentes se re eduquen, revitalicen su vocación y asuman responsabilidades frente a la formación de ciudadanos que catapulten el desarrollo de sus localidades. Para ello habrá que ahondar en aspectos socio antropológicos que faciliten el entendimiento de los momentos históricos, el por qué y para qué de estos, igualmente será una tarea sumergirse en el conocimiento cultural, artístico y expresivo de cada comunidad, han de gestarse en las instituciones y aulas el respeto por el otro, por su individualidad y así más adelante desde lo colectivo edificar una sociedad diferente, una sociedad que se reconozca y respete, una sociedad capaz de esbozar su devenir, una sociedad que reflexione y que responsablemente herede lo mejor de sí para las generaciones venideras. Ahora seriamos los académicos quienes podríamos dar el primer paso, sin embargo no solo es responsabilidad de la academia como lo exponen certeramente Bárcena y Serra:
No se puede esperar que la educación, por si sola, tenga el poder de resolver grandes problemas de identidad, desigualdad social y pobreza que afectan a grandes sectores de la población de los países de Latinoamérica. Por otra parte, no se puede tampoco hacer que las cuestiones de educación esperen hasta que los problemas económicos y sociales se resuelvan, si, en parte por lo menos, ellos dependen de la educación. En los últimos años, ha habido un creciente número de estudios nacionales y comparados que permiten identificar, con bastante claridad, cuales son las políticas necesarias para que la educación de la región mejore de forma considerable, ayudando a revertir la gran desigualdad de oportunidades que todavía existe (2011: 110.)
Habría además que ver en la investigación otro estandarte para hacer del desarrollo participativo y humanizante una fuente esperanzadora de futuro posible y sostenible. En las regiones y las localidades abundan estudios y caracterizaciones de las problemáticas sociales entre otras; pero poco se pone en marcha para mitigar las ya mencionadas, se sufre de sobre valoración de necesidades insatisfechas. ¿Y si más bien desde la academia misma desde el aula bajo cualquier pretexto, se comienza a educar distinto al estudiante, entendido este como un ser ciudadano, social y multicultural? En cuanto a ello expresan Bárcena y Serra:
En américa latina, hoy, lo que se observa es que las escuelas secundarias tienen mucha dificultad en transmitir la educación diferenciada y compleja que sería demandada por el mercado de trabajo, mientras que los temas de educación identitaria y multicultural parece estar ganando espacio. De hecho, parecería más simple atraer o mantener a un joven en la escuela por actividades de tipo cultural e identitaria que por los contenidos convencionales de los currículos académicos, técnicos o humanísticos. Pero Durkheim seguramente hubiera dicho que esta sería una educación para la solidarité mécanique, de las sociedades tradicionales, y no para la solidarité organique necesaria para las sociedades modernas (2011: 115).
Los males ya se han reconocido y si entonces ¿se da paso a las soluciones? Luego sería un reto poder convertir el aula en un espacio que traslape los contenidos curriculares convencionales a una nueva aula, la calle, la cuadra, el barrio, la esquina, el parque; se podría comenzar a poner en práctica aquella educación diferenciada.
Por otro lado y estrechamente ligado, se hace urgente pensar y trabajar la democracia, la participación y el desarrollo humano y social como un todo, como un ser integral, es primordial crear espacios y momentos de entendimiento y planeación de presente y futuro, pero consolidándose desde lo participativo donde los distintos actores sociales tengan cabida.
Cuando se habla de un desarrollo participativo y humanizante, se dibujan en el horizonte un sinnúmero de encuentros entre personas que conscientes de sus roles ciudadanos busquen el bienestar común, personas que han de ser educadas en temas vitales para la sociedad y su crecimiento, temas como: políticas públicas, capital social, neo institucionalismo, enfoques transsectoriales en comunidad, liderazgo, participación ciudadana, civilidad, equidad de género, cultura, derechos humanos, capital humano, cuidados medio ambientales y sostenibilidad, protocolos para la paz; se trata en resumen de educar para catapultar el desarrollo humano y si es pensado con el otro y en el otro en comunidad podría llamarse desarrollo humanizante.
Paralelamente al ya mentado desarrollo humanizante emerge en este documento el concepto de capital humano, finalmente es aquello que con o sin intención se gesta también en la institución académica, al respecto Diaz (2015) manifiesta:
De un lado, el capital humano, cuyo objetivo es mejorar el perfil de la población de un país (a partir de las variables educación, salud y nutrición), es como una vía para alcanzar productividad, progreso tecnológico y competitividad en los escenarios actuales. Por otro lado, el capital social orientado al reforzamiento del tejido social se coloca en el debate reciente como: […] un paradigma emergente rico en conceptos que corresponde a realidades sociales altamente relevantes para diseñar programas orientados a promover la participación social y superar la pobreza (2015: 39).
Si hablar de desarrollo involucra la autorrealización de la población y esta se soporta en la ciencia y tecnología, habrá que acercar a las comunidades desde la educación nuevamente a su reconocimiento e impulsar la reconstrucción su tejido social, de sus valores fundantes y a modificar aquellos que los vienen estancando y deshumanizando. Por demás surge otra tarea para la educación, para los educadores y es el poder desarrollar potencialidades en sus estudiantes, desarrollar capacidades y habilidades que les permita participar, ser incluidos; a esto se le podría llamar un giro pedagógico, el reto sería educar de otra manera, no solamente trasmitiendo y traspasando conocimientos, se trataría de vivenciar aquel nuevo ciudadano del que hablaba Samper, un ciudadano nuevo, un ciudadano más productivo, más solidario, más tolerante y participativo, más respetuoso de los derechos humanos, más pacífico, más consciente del valor de la naturaleza, más integrado en lo cultural y más orgulloso de ser colombiano; pero no ha de leerse a este nuevo ciudadano desde el papel, ha de llevarse a la práctica y demostrarse, por medio de talleres en los cuales se den soluciones a problemáticas sociales, económicas, culturales o políticas en espacios y comunidades reales, sería expandir el aula a todo el territorio nacional, de verdad un giro pedagógico. De esta manera adicionalmente se podría empezar a recuperar la confianza en la institucionalidad que tanta falta hace; no se puede perder la oportunidad de crecer en comunidad, de recrear sociedad desde la consolidación de acciones que propendan por el desarrollo social del otro, es momento de ajustar lo necesario y dar espacio y vida al capital social, en tal sentido se hace presente Diaz (2015):
Queda claro que la reciprocidad, cooperación y confianza son los elementos que dan contenido al capital social, y que estos forman un importante recurso sociocultural en cualquier grupo humano; aunque no siempre puede producir efectos benéficos, ya que el capital social existe también en un conjunto de acciones individuales o colectivas que no necesariamente llevan al bien común. Por ejemplo, las asociaciones delictivas de grupos de narcotraficantes u otras organizaciones con acciones de corrupción. A esto debe agregarse que tal recurso se transforma en capital solo cuando ciertas oportunidades permiten la producción de beneficios (2015: 47)
Se puede soñar y hasta planear una nueva institución educativa en la que se privilegie el pensamiento cívico, artístico, ético, social, político y público; una nueva institución donde confluyan sin distingo de raza, género, edad y condición socioeconómica, personas capaces de hacer un mejor país, a esto se le podría llamar desarrollo participativo y humanizante.
Referencias bibliográficas
Bárcena, A., Serra, N. y CIDOB, F. (2011). Educación, desarrollo y ciudadanía en América Latina: propuestas para el debate. Recuperado de: http://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/1430/S2011074_es.pdf?sequence=1
Díaz, L. (2015). El capital social: un paradigma en el actual debate sobre el desarrollo. Tendencias y problemas. Recuperado de: http://www.revistascientificas.udg.mx/index.php/EEES/article/view/1239
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