El maestro desde lo emocional como posibilitador del aprendizaje en la configuración de sujetos en el aula

The teacher, from the emotional as a facilitator of learning in the configuration of subjects in the classroom


Paula Andrea Castro Vanegas


Cómo citar este artículo: Castro, P. (2016). El maestro desde lo emocional como posibilitador del aprendizaje en la configuración de sujetos en el aula. e-ikon (3), 7, 43- 48.

Resumen

Este artículo tiene como finalidad realizar una contextualización alrededor de lo que han significado las emociones para la educación, trayendo consigo el lenguaje con el que estas han sido interpretadas por diversos autores y sus miradas, llegando a la reflexión sobre la educación actual y el maestro, aquel que debería cuestionar un poco la intencionalidad misma de enseñar para lograr congruencia y significado en su praxis, en la cual seguramente será indispensable la conversación razón - emoción como resultado de un aprendizaje a partir de la experiencia.

Palabras clave: emoción, educación, maestro, escuela, aula.

Abstract

This article aims to contextualize around what the emotions have meant for education, bringing with it the language with which they have been interpreted by various authors and their looks, coming to the reflection on the current education and the teacher, The one who should question a little on the intentionality of teaching to achieve congruence and meaning in his praxis, in which reason - emotion conversation will surely be indispensable as a result of learning from experience.

Key words: emotion, education, teacher, school, classroom.

Dedicarse a la labor de la docencia, es encontrarse con un mundo en el que el trascender del tiempo y del conocimiento a través de la historia, al parecer, en vez de liberar, ha convertido al ser humano en esclavo, haciendo participar a docentes y estudiantes en currículos de aspecto poderoso que disfrazados en discurso se han ido sumergiendo en una tarea administrativa y dictatorial que coincide con dogmas, imposiciones, tiempos y estructuras que moldean la práctica de la enseñanza, disolviendo la esencia del ser y su trascendencia en sí mismo y su comunidad; de allí la constante serie de cuestionamientos que embarga a los maestros de hoy, aquellos que en una búsqueda continua por el encanto que debería despertar la educación, poco a poco desnudan su labor para reencontrarse con aquel niño que una vez en la escuela mereció volar y no ser reclutado en una especie de jaula, para ver tras aquella estructura un amor protector que se convirtió en una celda, que prepara para la competencia entendiendo esta como el enfrentamiento entre dos sujetos por el mismo objetivo y que no guarda sentido con el acto de educar, lo que involucra una conciencia social y cultural en habilidades y valores, despojando al ser de su propio pensamiento y de sus emociones.

En la antigüedad, y queriendo contextualizar las emociones como uno de los grandes elementos que se aúnan a la educación y a la razón de ser del maestro, se contextualizará un poco lo que las emociones han significado para las diversas tradiciones filosóficas, quienes las han asociado con placer, pasión, deseo, sensación y todo un conjunto de teorías que poco a poco han dado lugar a este término, que desde el punto de vista profesional y vocacional del docente deberían considerarse indispensables ya que estas permiten visualizar al ser humano en su esencia. Dando cuenta de ello, y como lo menciona Aristóteles (384-322 a. de C) “la emoción es definida como una condición según la cual el individuo se transforma hasta tal punto que se queda con el juicio afectado, que viene acompañado de placer y dolor.” lo que infiere una participación importante de las emociones en la conducta humana y en el proceso de interiorización de las mismas, a pesar de que en la antigüedad estas se encuentren única y exclusivamente asociadas a culpabilidades de los problemas humanos, como sucedió en la Edad Media, época en la que la iglesia las asoció a la pasión como una idea negativa de la existencia al creer que las emociones convertían a la razón en esclava como lo consideraron los Estoicos, Zenón (301 a de C.), determinando entonces durante la antigüedad y en el periodo Aristotélico que las emociones podían ser educadas y a la vez utilizadas a favor de una buena convivencia, apreciación que advierte la importancia de estas en las relaciones humanas, pero que sin lugar a duda las condiciona, ya que al reconocerlas como objeto de esclavización de la razón, se rompe la oportunidad de convertirlas en un lenguaje pensado en la otredad, que permitiría establecer mejores canales de comunicación entre el docente y el estudiante o viceversa; sin embargo, esta oportunidad amplía las relaciones, por lo tanto, de acuerdo a las condiciones del poder, desdibujaría la instrucción del maestro como figura de gobierno en el ámbito de la escuela, discusión inadmisible durante este periodo, y que hoy sigue siendo la misma.

Las emociones, también han sido tratadas desde el ámbito genético y social, es el caso de Darwin (1873) en su obra la expresión de las emociones en el hombre y en los animales.

[...] tanto los animales jóvenes como los viejos expresan igual sus sentimientos, que no es difícil advertir cuán sorprendente es que un perrito pequeño pueda mover la cola cuando está contento, bajar las orejas y descubrir los colmillos cuando quiere mostrarse salvaje, exactamente igual que un perro adulto; o que un gato de corta edad arquee su pequeño lomo y erice el pelo cuando se asusta o se irrita, como un gato mayor. Muchas veces, cuando dirigimos la atención hacia los gestos menos comunes en nosotros mismos, los cuales acostumbramos a ver como artificiales o convencionales -encogernos de hombros como signo de impotencia, o elevar los brazos con las manos abiertas y los dedos extendidos en señal de admiración- quizá sintamos demasiada sorpresa ante el descubrimiento de que estas manifestaciones son innatas (1873: 35).

En este texto, se puede reconocer el valor que se da a las emociones no solo en el ámbito genético, en el que se permitió descubrir su fase hereditaria y natural a través de la expresión espontánea tanto en animales como en personas, sino la condición y capacidad de las emociones en el contexto social que las convierte en un lenguaje de comunicación no verbal con un alto contenido interpretativo, en el que las conductas o comportamientos expresados además de ser repetidos y aprendidos pueden convertirse en un lenguaje de comprensión social o grupal como reflejo de una conducta generalizada; conclusión que desde el punto de vista académico podría constituirse en una gran oportunidad para el maestro quien bajo este lenguaje podrá comprender situaciones específicas que en ocasiones se dejan de lado y se internan en la individualidad, impidiendo la exteriorización consciente del pensamiento del ser humano y dejando de lado la capacidad del maestro de reflexionar dicha exteriorización para dar sentido en, y para el desarrollo de conocimientos en el aula, así de esta manera se deja de ver solo al ser biológico para internarse en el sujeto, que es aquel que piensa y se medita así mismo, acción que no puede darse sin la existencia de las emociones como precursoras de la sensibilidad del ser.

Sin embargo, la teoría anterior es interpretada en el enfoque conductista como un estímulo externo que produce una reacción reconocida como emoción y que adquiere un calificativo positivo o negativo que depende del estímulo que lo haya producido. En tensión, el enfoque cognitivista suma los aspectos fisiológicos de la emoción con el aspecto cognitivo, prefiriendo este último a las emociones, entonces el sujeto es condicionado a una especie de recompensa o rechazo al demostrar sus emociones. Este modelo aún se hace visible en la sociedad y en el aula, y además se establece como mecanismo de selección, señalamiento y evaluación del estudiante e incluso del mismo docente, quienes bajo la administración de la educación no pueden ser elocuentes a sus pensamientos y a sus propias emociones, si no que como lo presumía Aristóteles deben aconductar dichas emociones al imaginario socio administrativo que pertenecen, de lo contrario serán excluidos.

De otro lado y dando continuidad a esta reflexión, la fibra más relevante de esta reflexión, el sujeto, quien visto desde tres momentos importantes de la historia ha ido tomando su lugar en el tejido al que pertenece. La concepción de sujeto vista desde la filosofía y la pedagogía del modelo Kantiano identificó no simplemente al individuo que existe si no al yo, a la conciencia y al reconocimiento del mismo, condición ultima que desde este modelo fue necesaria para que existiese la cognición; siendo el momento en que el educar se relaciona directamente con un saber, un conocimiento en el que el alumno es formado por su docente en un tiempo y en un espacio, dando lugar a un ser limitado en el aspecto educativo, a un tiempo en función de su edad, nivel o figura escolar, y en un espacio cerrado e instructivo que se llama escuela, en la que participa un maestro basado en un método, sujeto que hoy algunos maestros todavía distinguen en el aula.

Por lo tanto, el sujeto moderno, que toma forma a partir de las ciencias sociales, define al ser desde lo interior incorporando todo lo interno en la exterioridad, lo ubica en un plano social cómplice del medio en el que el sujeto es mirado y medido desde sus capacidades y las que le permiten hacer parte del mismo, mientras el docente toma como función la selección de talentos cognitivos en la teoría, el discurso y la ciencia, así este sujeto ya no es la conciencia si no el comportamiento, lo que continúa desvirtuando dicha comunicación e interrelación entre sujetos en el aula, debido a que aunque se sostiene o se ubica en un plano social, este sujeto moderno es comparado y contrastado en un campo que mide al ser por su conocimiento o capacidad de raciocinio, y lo forma, evaluando si aprendió o no, seleccionando si es o no mejor que otro y poniéndolo en la línea de la instrucción, en la que hoy continúa.

Finalizando el siglo XIX y durante la postmodernidad, el sujeto contemporáneo es interpretado desde la comunicación, basando sus experiencias especificas con el mundo, la experiencia del conocer y la intersubjetividad, en la que se reconocen los patrones, actitudes y coherencia en un grupo de individuos. Este sujeto se contextualiza en la sociedad de la comunicación y la tecnología, sociedad que viene estando gestionada por un sujeto que ha sido comparado con la máquina pero que sorpresivamente da más valor a la misma que a su imaginación, y a su emoción.

La enseñanza ha cambiado y con ella el contexto y el sujeto mismo, así lo reflexiona Bruner (citado por Sarria, 2005) “La enseñanza debe girar en torno a proposiciones causalmente fecundas, códigos genéricos, con el fin de que el sujeto sea más imaginativo; el maestro debe estimular la capacidad del alumno para ir más allá de la información dada de manera tal que pueda realizar reconstrucciones probables de otros acontecimientos” lo que indica que este sujeto hoy desconoce su historicidad, desconoce su cultura y no se admira, es decir, se niega a pensarse en su totalidad y en la del otro, y quien no, si ha vivido siempre bajo un sistema que se hace demostrable en el aula a partir de la carencia misma del maestro para dejar de lado su soberanía y convertir el conocimiento en una oportunidad que deje de enfrentarlo hoy a sus propios cuestionamientos acerca de la docencia y lo descongele del espacio denominado aula, que solo implica una participación receptiva y pasiva por parte del estudiante, inhibido de su naturalidad, de sus emociones, y de todo lo que implica una oportunidad para configurar sujetos, para construir conocimiento, cultura, comunidad.

Aunque para la escuela y para el modelo educativo, aún es difícil desdibujar figuras impuestas por la gobernabilidad y el poder que ha ejercido el conocimiento durante todos los periodos y etapas, es preciso considerar algunos aportes que en la búsqueda de la sensibilidad y el verdadero lenguaje de la educación, reconocen en las emociones una oportunidad de cambio para aquellos maestros que hoy se preguntan si está realmente existe y hace posible recuperar el sentido de la educación y con ella a los sujetos que participan hoy de manera inactiva en la misma, así el biólogo e investigador chileno Humberto Maturana (1991) menciona que: "todas las acciones humanas se fundan en lo emocional, independientemente del espacio operacional en que surjan, y no hay ninguna acción humana sin una emoción que la establezca como tal y la torne posible como acto" (p.21).

También, Bisquerra (2000), prevé que la educación emocional se trata de "un proceso educativo, continuo y permanente, que pretende potenciar el desarrollo emocional como complemento indispensable del desarrollo cognitivo, constituyendo ambos, cognitivo y emocional, los elementos esenciales del desarrollo de la personalidad integral" (p. 243). En este último aparte de Bisquerra, sería conveniente repensar no solo al estudiante, si no al maestro y su capacidad de actuar desde lo emocional y para sujetos emocionales, ya que en la gran mayoría de las escuelas se promulga la formación integral en cualquier nivel, llámese básica primaria, secundaria y hoy, educación terciaria, formación que está siendo pensada desde el contenido, desde el currículo pero no desde el docente que se piensa, se reflexiona y se exterioriza para dar sentido a nuevas prácticas y a la formación integral de sujetos, admitiendo la integración vivencial y no obligatoria del conocimiento tanto por su parte como por parte del estudiante.

La interacción estudiante-maestro maestro-estudiante, constituye un modo de relación interpersonal que se ajusta a la familiaridad y la capacidad de aceptación y disposición de escucha del maestro más que a los contenidos, ya que definitivamente el estudiante exalta en sus diarias conversaciones con compañeros e incluso en ocasiones con sus mismos padres, el conocimiento del maestro en su área y su disciplina, sin embargo, y por encima del valor teórico, valora más su capacidad para acercarse a él, para reconocerlo, para descubrir en cada uno de sus actos y emotivas acciones, experiencias que lo conducen y lo impulsan a potenciar todas aquellas habilidades, capacidades y sueños, que dirijan al estudiante hacia la realización integral de su ser y le permitan encontrar en sus ideales oportunidades de descubrimiento, de crecimiento y de libertad para generar una verdadera construcción de conocimiento.

La educación no se puede quedar en el tiempo, y el maestro no puede continuar siendo quien enseña un concepto, no debe seguirse viendo como un mero transmisor de un saber o un simple administrativo institucional de números y espacios, es necesario reconocerlo como el motivador principal, el precursor de nuevas ideas, el generador de potencialidades, el constructor de comunidad, como el ser humano dotado de facultades, que se despoja de las estructuras en las que también fue educado para encontrar valor en sus propios sentimientos y emociones y en los del otro, reconociéndolas como las guías para acompañar el placer de descubrir, de activar los sentidos, de dialogar, de escuchar, de participar, de compartir, de conciliar, de amar, de aceptar la diversidad, lo que deberá ser una constante en la educación.

Hoy, la educación no puede seguir siendo pensada como una instrucción, ni puede seguir viviendo en un círculo represivo, la educación requiere considerar al ser humano tanto desde su aspecto biológico como desde su conciencia, desde su participación social, desde su racionalidad, desde su propio sentir, no debe continuar inactivando las capacidades del estudiante, no debe centrarlo en el espacio inamovible del aula, no debe continuar limitando el aprendizaje a simples currículos creados por cumplir esquemas limitando el pensamiento a grados, niveles y reconocimientos, por el contrario, la educación pensada desde las emociones deberá dar valor a las mismas, educar desde la alegría, el amor, la frustración, el miedo, la experiencia, la identidad, para lograr entonces una interrelación que visibilice y le dé real importancia a la configuración de sujetos, por lo tanto a la configuración de sociedad.

Cerrar esta reflexión, hace un llamado a uno de los teóricos de la educación del siglo XX, que reconoció la labor del maestro y dio valor a la libertad constitutiva que debería tener esta, Paulo Freire (1.993) “La tarea de enseñar es una tarea profesional que exige amorosidad, creatividad, competencia científica, pero rechaza la estrechez cientificista, que exige la capacidad de luchar por la libertad sin la cual la propia tarea perece.” (p. 22). Así se expresa que lo cognitivo no puede desligarse en su totalidad de lo emocional, ya que al hacer esta ruptura, la educación continuará siendo una obligación que categoriza y no podrá convertirse en una experiencia que invita a descubrir como personas, como maestros, como estudiantes, como sujetos, siendo entonces una indagación relevante para la educación, comprender por qué el maestro de hoy se cuestiona su práctica docente, pero se abstiene de sus emociones y de reconocer la de aquellos sujetos que forma en el aula, aun sabiendo de la importancia de la relación humana en el contexto emocional como gestor de un ser humano capaz de producir nuevo conocimiento para transformar la educación y por ende su sociedad.

Referencias bibliográficas

Bisquerra, R. (2000). Educación Emocional y Bienestar. Barcelona: Praxis.

Darwin, Ch. (1873). The expression of emotions in animals and man. Madrid: Alianza, 1984.

Freire, P. (1983). Cartas a quien pretende enseñar. Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina.

Maturana, H. (1991). Emociones y Lenguaje en Educación y Política. Santiago de Chile: Dolmen Ediciones.

Sarria, M. (2005). El sujeto, sus nociones y lugar en la formación de docentes. Educere, 9 (31), 609-616.

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